Sobrescribir enlaces de ayuda a la navegación
Todo sobre la Chardonnay
La diáspora de la chardonnay
Dependiendo de qué fuente consultemos, podemos encontrar diferentes teorías sobre el origen de esta variedad. Hay quien dice fueron los fenicios quienes la introdujeron en Europa. Otros, que fueron los Cruzados, transportándola desde lo que hoy conocemos como Líbano. En cualquier caso, lo que sabemos con certeza gracias al estudio de huella de ADN realizado por la Universidad de California en Davis es que es el fruto del cruce de dos variedades: la pinot noir, el estandarte tinto de la región de Borgoña, y la gouais blanc, una variedad que hoy en día prácticamente no se trabaja, pero que durante la Edad Media estuvo presente en casi toda Europa Occidental.
Dejando a un lado su origen más primitivo, a cualquier viticultor que le preguntemos por esta variedad pensará, con total seguridad, en dos zonas vinícolas francesas: Champagne y Borgoña. En el primero de los casos el motivo es obvio, ya que la chardonnay, junto con la pinot noir y la pinot meunier son las variedades con las que se elaboran los vinos espumosos de Champagne. De hecho, para muchos reputados elaboradores, la chardonnay en sí misma se basta para elaborar un espumoso de gran calidad, como demuestran los blanc de blancs. Si hablamos de Borgoña, los chardonnay fermentados y criados en barricas borgoñonas suponen una enseña de los blancos de calidad a nivel mundial.
Pero actualmente no es obligatorio viajar al país galo para disfrutar de la “Dama Blanca”, ya que esta variedad se cultiva en países limítrofes, como Italia o España, pero también en las más diversas zonas vitivinícolas del planeta: Nueva Zelanda, Australia, Argentina, Chile o Estados Unidos (principalmente en California) son algunos de los países que acogieron la chardonnay con los brazos abiertos.
La Master of Wine Jancis Robinson apunta un motivo que pudo contribuir muy positivamente a la expansión de esta variedad. En la década de los ochenta, los elaboradores del nuevo mundo vinícola comenzaron a identificar la variedad principal en las etiquetas de los vinos. Como consecuencia, muchos consumidores, especialmente los estadounidenses, se acostumbraron a tomar como referencia la uva y no el origen del vino. Por este fenómeno, la chardonnay comenzó a ganar adeptos, y su gran capacidad para adaptarse a diferentes suelos y climas dando excelentes resultados la convirtió en una uva de fama mundial.
¿Con barrica o sin barrica?
En ocasiones, cuando hablamos de una determinada variedad de uva, tendemos a identificarla con un estilo de vino que tenemos idealizado. Sin embargo, cuando pensamos en la chardonnay, debemos tener en cuenta su gran versatilidad, por lo que podemos vinificarla de diferentes maneras. En nuestro caso, nos gusta utilizarla para hacer un alegre coupage con Macabeo; también la trabajamos en pequeñas vinificaciones que pueden formar parte de vinos más complejos… y por supuesto, nos encanta poder ofrecerla como vino monovarietal, mostrando su tipicidad en dos elaboraciones:
Viñas del Vero Chardonnay
La elaboración de este vino comienza con la vendimia los racimos de chardonnay de madrugada, ya que de este modo aprovechamos las horas más frescas del día. Tras una maceración del mosto con sus pieles, únicamente fermentamos el mosto flor, que obtenemos escurriéndolo de la cuba. El resultado es un vino brillante, con aromas a cítricos y frutas tropicales. En boca es sabroso, denso, expresivo, agradable, envolvente y largo, reflejo del arraigo de la chardonnay al Somontano y fruto de su larga historia. Servido entre 8 y10 ºC, Viñas del Vero Chardonnay es ideal para acompañar todo tipo de entrantes, ensaladas, cremas, quiches y pescados. Podemos decir con orgullo que es uno de los vinos que más gusta a los consumidores. De hecho, en septiembre de 2019 los lectores de la Guía de Vinos Gourmets lo eligieron “Mejor Vino Blanco Joven” del año.
Viñas del Vero Chardonnay Fermentado en Barrica
A finales de 2019 llegó al mercado Viñas del Vero Chardonnay Fermentado en Barrica. Para elaborar este vino necesitamos contar con uvas con un elevado grado de madurez, una circunstancia que cada año depende de la climatología. Así, la añada 2018 la elaboramos con el fruto de los viñedos Lantarrón y Pueyed, dos excepcionales pagos radicalmente diferentes en cuanto a suelo y viticultura. De estas dos parcelas obtuvimos dos concentrados mostos que llevamos a barricas borgoñonas nuevas de 228 litros con cinco tipos de tostados diferentes. Ahí llevamos a cabo la fermentación, persiguiendo la elegancia y complejidad necesaria en un vino de estas características. Finalizada la fermentación, el vino reposó con sus lías durante 6 meses en la barrica, sometido a trabajos de “batonnage” que le confirieron una excelente untuosidad. A la hora de degustarlo, que nadie se deje engañar porque aparezca la palabra “barrica” en la etiqueta: el idilio que tenemos con esta variedad hace que queramos respetar sus aromas primarios, en armonía con el elegante bouquet propio de su crianza. Encontraremos notas de cítricos, de fruta tropical madura y tonos tostados de la madera nueva. En boca es suave, denso, muy sabroso, largo y siempre ofrece una interesante acidez que delata su procedencia de la latitud norte.